Don García Manuel de Carbajal fundó la ciudad de Arequipa el 15 de agosto de 1540, haciendo un trazado de cuadrícula de 49 manzanas incluida la Plaza de Armas, asentada sobre una superficie de 850 x 875 m. La ciudad hispana se emplazó en el valle del río Chili, junto a los asentamientos prehispánicos de los Yarabayas, que ocupaban el tradicional barrio de San Lázaro, y los Chimbas en la margen derecha del río, los que, junto a comunidades Collaguas desarrollaron una economía agraria en medio del desierto.
En el virreinato, Arequipa fue el nexo entre Cuzco, Charcas y la costa, estratégico en los propósitos de colonización hacia el Sur. Durante los años que se explotaron las minas de plata, principalmente de Potosí, la ciudad fue un gran centro logístico.
El patrón de usos definió un pequeño centro circunscrito a la Plaza de Armas donde se concentró el equipamiento político, administrativo, religioso y comercial, y una periferia residencial. Los límites de la ciudad eran: por el norte, el barrio de San Lázaro con la torrentera del mismo nombre; por el sur, el hospital de San Camilo; por el este, Santa Marta; y por el oeste, el río Chili.
Tanto San Lázaro como Santa Marta fueron barrios indígenas,
que originan el barrio de San Antonio en el actual distrito de Miraflores. Con
el Puente Real, hoy Puente Bolognesi, la ciudad se extendió hacia La Recoleta,
constituyendo el principal acceso a la ciudad, por tal razón en su trayecto se
localizaron los tambos, unidades de vivienda y servicios, muchos de los cuales
aún se conservan.
Con la República, Arequipa emerge como centro hegemónico del
Sur, incrementando a sus funciones administrativas, políticas y comerciales,
las del comercio lanero. La articulación con la región se favorece con la
introducción del Ferrocarril en 1871. Se constituye por tanto, un eje
transversal adicional que liga la costa con las zonas andinas productoras de
materias primas.
La arquitectura de la ciudad de Arequipa es resultado de las
condiciones sísmicas del territorio, que determinó el uso del sillar, los
contrafuertes y las bóvedas, como iconos de su imagen urbana.
Tras el terremoto de 1868 y la tragedia del Pacífico, la
ciudad desarrolla un nuevo auge económico. Se introducen estilos europeos,
ingleses y franceses de arquitectura y urbanismo, surgen nuevos elementos
urbanos como el boulevard, la alameda y el malecón. La ciudad se expandió hacia
el este, se trazaron avenidas como Siglo XX y Boulevard Parra, se formaron
barrios arborizados como El Vallecito hacia el sur y se creció hacia Yanahuara
con la construcción del Puente Grau. En el centro, la traza urbana se incrementa
dando continuidad a la estructura anterior, densificándose el damero con la
incorporación de segundos pisos, sin embargo, se mantiene la presencia de las
torres y cúpulas de las iglesias.
Al conmemorarse el cuarto centenario de la fundación española
(1940), se desarrolla un proyecto de equipamiento y expansión de la ciudad,
generándose un anillo mayor de vivienda y consolidándose un patrón de
crecimiento radial en cuanto a vías y concéntrico en cuanto a usos del suelo,
habilitando los barrios de Cuarto Centenario y Selva Alegre.
En el afán de modernizar la ciudad se cometieron algunos
excesos que atentaron contra el patrimonio, tal como el ensanchamiento de
calles que corren de este a oeste; paradójicamente, esta iniciativa en la
continuidad de las calles permitió descubrir el monumento más importante con el
que cuenta la ciudad: el Monasterio de Santa Catalina.
En la década de los cincuenta, se inicia el proceso de
desplazamiento de la población residente del damero hacia la periferia,
propiciado por el desarrollo de la actividad comercial, quedando la casona
solariega destinada a otros usos. Sin embargo, se mantienen aún algunos barrios
tradicionales con actividad predominante de vivienda aunque en condiciones
precarias de habitabilidad y tugurizados, como el barrio del Solar, San Lázaro
y la zona de San Camilo entre otros.
La creación de parques industriales y el mejoramiento de la
articulación vial, contribuyeron a consolidar el rol hegemónico de la ciudad y
el desarrollo de la actividad comercial y de servicios, modificando las
características horizontales de la ciudad.
Este proceso continuo de desplazamiento de la vivienda hacia
áreas periféricas, coincide con el flujo migratorio proveniente de los pueblos
del altiplano, y ha generado la presencia de actividades terciarias,
principalmente del sector informal con la instalación de mercadillos en casonas
de sillar, de patios y bóvedas o la demolición de estas por edificios de
ladrillo y concreto.
Por otra parte, el crecimiento radio céntrico de la
metrópoli ha determinado que el sistema vial actual condicione el paso obligado
por el centro en todos los desplazamientos de la población, lo cual trae mayor
contaminación ambiental por el transporte, más aún si éste es anacrónico y
deficiente.
Las condiciones de habitabilidad y la dotación de servicios
básicos en el Centro Histórico han decaído como resultado de la densificación
de usos, la falta de inversión pública y el empobrecimiento de la población
residente, lo cual forma parte del proceso de deterioro de la ciudad. Revertir
esta tendencia, es el reto que enfrenta la Municipalidad Provincial de
Arequipa.
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