jueves, 30 de agosto de 2012

HISTORIA DE AREQUIPA


Don García Manuel de Carbajal fundó la ciudad de Arequipa el 15 de agosto de 1540, haciendo un trazado de cuadrícula de 49 manzanas incluida la Plaza de Armas, asentada sobre una superficie de 850 x 875 m. La ciudad hispana se emplazó en el valle del río Chili, junto a los asentamientos prehispánicos de los Yarabayas, que ocupaban el tradicional barrio de San Lázaro, y los Chimbas en la margen derecha del río, los que, junto a comunidades Collaguas desarrollaron una economía agraria en medio del desierto.

En el virreinato, Arequipa fue el nexo entre Cuzco, Charcas y la costa, estratégico en los propósitos de colonización hacia el Sur. Durante los años que se explotaron las minas de plata, principalmente de Potosí, la ciudad fue un gran centro logístico.


El patrón de usos definió un pequeño centro circunscrito a la Plaza de Armas donde se concentró el equipamiento político, administrativo, religioso y comercial, y una periferia residencial. Los límites de la ciudad eran: por el norte, el barrio de San Lázaro con la torrentera del mismo nombre; por el sur, el hospital de San Camilo; por el este, Santa Marta; y por el oeste, el río Chili.


Tanto San Lázaro como Santa Marta fueron barrios indígenas, que originan el barrio de San Antonio en el actual distrito de Miraflores. Con el Puente Real, hoy Puente Bolognesi, la ciudad se extendió hacia La Recoleta, constituyendo el principal acceso a la ciudad, por tal razón en su trayecto se localizaron los tambos, unidades de vivienda y servicios, muchos de los cuales aún se conservan.

Con la República, Arequipa emerge como centro hegemónico del Sur, incrementando a sus funciones administrativas, políticas y comerciales, las del comercio lanero. La articulación con la región se favorece con la introducción del Ferrocarril en 1871. Se constituye por tanto, un eje transversal adicional que liga la costa con las zonas andinas productoras de materias primas.

La arquitectura de la ciudad de Arequipa es resultado de las condiciones sísmicas del territorio, que determinó el uso del sillar, los contrafuertes y las bóvedas, como iconos de su imagen urbana.

Tras el terremoto de 1868 y la tragedia del Pacífico, la ciudad desarrolla un nuevo auge económico. Se introducen estilos europeos, ingleses y franceses de arquitectura y urbanismo, surgen nuevos elementos urbanos como el boulevard, la alameda y el malecón. La ciudad se expandió hacia el este, se trazaron avenidas como Siglo XX y Boulevard Parra, se formaron barrios arborizados como El Vallecito hacia el sur y se creció hacia Yanahuara con la construcción del Puente Grau. En el centro, la traza urbana se incrementa dando continuidad a la estructura anterior, densificándose el damero con la incorporación de segundos pisos, sin embargo, se mantiene la presencia de las torres y cúpulas de las iglesias.

Al conmemorarse el cuarto centenario de la fundación española (1940), se desarrolla un proyecto de equipamiento y expansión de la ciudad, generándose un anillo mayor de vivienda y consolidándose un patrón de crecimiento radial en cuanto a vías y concéntrico en cuanto a usos del suelo, habilitando los barrios de Cuarto Centenario y Selva Alegre.

En el afán de modernizar la ciudad se cometieron algunos excesos que atentaron contra el patrimonio, tal como el ensanchamiento de calles que corren de este a oeste; paradójicamente, esta iniciativa en la continuidad de las calles permitió descubrir el monumento más importante con el que cuenta la ciudad: el Monasterio de Santa Catalina.

En la década de los cincuenta, se inicia el proceso de desplazamiento de la población residente del damero hacia la periferia, propiciado por el desarrollo de la actividad comercial, quedando la casona solariega destinada a otros usos. Sin embargo, se mantienen aún algunos barrios tradicionales con actividad predominante de vivienda aunque en condiciones precarias de habitabilidad y tugurizados, como el barrio del Solar, San Lázaro y la zona de San Camilo entre otros.

La creación de parques industriales y el mejoramiento de la articulación vial, contribuyeron a consolidar el rol hegemónico de la ciudad y el desarrollo de la actividad comercial y de servicios, modificando las características horizontales de la ciudad.

Este proceso continuo de desplazamiento de la vivienda hacia áreas periféricas, coincide con el flujo migratorio proveniente de los pueblos del altiplano, y ha generado la presencia de actividades terciarias, principalmente del sector informal con la instalación de mercadillos en casonas de sillar, de patios y bóvedas o la demolición de estas por edificios de ladrillo y concreto.

Por otra parte, el crecimiento radio céntrico de la metrópoli ha determinado que el sistema vial actual condicione el paso obligado por el centro en todos los desplazamientos de la población, lo cual trae mayor contaminación ambiental por el transporte, más aún si éste es anacrónico y deficiente.

Las condiciones de habitabilidad y la dotación de servicios básicos en el Centro Histórico han decaído como resultado de la densificación de usos, la falta de inversión pública y el empobrecimiento de la población residente, lo cual forma parte del proceso de deterioro de la ciudad. Revertir esta tendencia, es el reto que enfrenta la Municipalidad Provincial de Arequipa.

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